La maquinaria mediática está tan bien engrasada, que cada día resulta más difícil diferenciar la realidad de la ficción.
El poder cuenta con que el gran público sólo se informa a través de sus mass media y que, ante cualquier duda sobre un acontecimiento concreto, la respuesta siempre será: “Claro que es verdad, lo he visto en la tele.”
Pero en realidad, acontecimientos como el 11-S o muchos otros acontecimientos de índole internacional sólo son escenificación realista y producción mediática con muy poquito de verdad, nada más. Los medios de comunicación nos hablan de los sueldos gigantescos de ciertos ejecutivos de las grandes entidades bancarias, de la deuda griega,(1) de la teórica ineficacia productiva de los “PIIGS”, de un euro en peligro, de la crisis inmobiliaria, del precio del petróleo, de la escasez y encarecimiento de alimentos, del debilitamiento del dólar, e incluso de un delincuente judío, Bernard Madoff, y una entidad homónima como Lehman Brothers —en su mayoría efectos y no causas, sin embargo, hablar de esto ahora forma parte del arte de escurrir el bulto—, como ligados a la crisis en que nos encontramos. No es más que la cortina de humo que debe evitar que se llegue a descubrir el auténtico origen del problema.
Las personas que a golpe de calcetín aún tienen la posibilidad de ir a trabajar cada día —y aún peor para quienes forman parte de ese creciente ejército de parados del 20%—, ven concretarse la crisis en reducciones de sueldo, recortes de prestaciones sociales, menores beneficios, crecientes deudas, hipotecas impagables, pérdida de sus casas y creciente insatisfacción de los más perjudicados.
Pero en ninguno de los artículos, informes o noticias que aparecen al respecto en los mass media se llega al meollo de la cuestión: la creación en manos privadas del dinero-deuda, la servidumbre al interés del dinero y la abdicación de los Estados de emitir moneda, ahora casi exclusivamente en manos privadas.
Pero la esencia de las crisis que nos toca sufrir recurrentemente se puede resumir en un par de ideas muy claras: es en las grandes entidades financieras internacionales donde se halla el verdadero poder, y vivimos en un sistema económico cuyos fundamentos no se corresponden con la realidad.(4)
Cierto, “el imperfecto sistema de la fe en el dios de la codicia, el consumismo desaforado, el egoísmo y la alienación nos han sido impuestos por la fuerza”.(3)
Los banksters —como acertadamente los denominaba el católico belga León Degrelle— pretenden hacernos creer su insólita conclusión según la cual sería lógico y natural que la gente se muera de hambre o padezca miseria a la vez que hay sobreproducción desbordante, sólo porque no hay dinero en circulación. Los seres humanos, desde que están sobre la faz del planeta, se alimentan de trigo y los frutos de la tierra y no mascando lingotes de oro o billetes verdes. ¿Hemos de padecer crisis cíclicas por haber producido bienes de consumo?
Como afirmábamos al principio, todos los Estados han abdicado de su capacidad soberana de crear o emitir dinero. Por su parte, los bancos crean dinero de la nada mediante “préstamos” —añadiendo el interés a cifras numéricas introducidas en ordenadores— careciendo de los suficientes depósitos reales que los respalden.
El problema radica en que cuanto más dinero impreso existe en circulación, menos valor tiene. Recordémoslo, imprimir más papel disminuye su valor —a igual producción—. En consecuencia suben los precios y el dinero que usted tiene cada vez vale menos.
Ellos sólo le prestan a usted una promesa de pagarlo, pero casi nunca se ven obligados a desembolsar el dinero real, porque, por poner un ejemplo, tanto el promotor de viviendas como la familia que adquiere una casa tienen su dinero, sus hipotecas y por tanto sus cuentas en el sistema bancario.
Los bancos —grábenlo en su mente para siempre— prestan algo que ellos no tienen. Nueve décimas partes del importe que prestan no existen físicamente en sus cámaras acorazadas. Pero conocen por experiencia empírica dos cosas: una es que sólo un 10% del importe prestado será utilizado o reclamado en metálico por sus clientes; y dos que el “dinero prestado” cambiará de cuentas —simples dígitos en una pantalla—, pero permanecerá dentro del sistema bancario.
Dado que los bancos privados comerciales y los bancos centrales como la Federal Reserve en EE.UU. —en manos privadas—crean todo el dinero como deuda vía usura, el importe de la deuda excede siempre la cantidad de dinero disponible para pagarlo. La deuda deviene automáticamente impagable(5) y las naciones esclavizadas para siempre.
Al prestar dinero nuevo que no existe, el banquero —como el falsificador— ha robado un poco a todos los conciudadanos y además ha obtenido suculentos intereses (en este caso en inmuebles, maquinaria, empresas y bienes reales) sobre ese dinero prestado.
Nuestros países cuentan con los medios técnicos y la capacidad para una sobreproducción de prácticamente cualquier artículo. Nunca antes se había conseguido producir tanto, de todo, de forma tan rápida, pero las personas no consiguen acceder a esos productos a causa de la deuda. Y la escasez de dinero real absorbido por las elites financieras. Las naciones se encuentran endeudadas hasta las cejas con las entidades emisoras de dinero, que lo prestan con intereses a los Estados.
Digámoslo claro, si en otros siglos las crisis eran realmente de productos básicos —escasez de alimentos tras una mala cosecha ante las inclemencias meteorológicas, por ejemplo— la actual por el contrario, como las precedentes en las últimas dos centurias, son esencialmente debidas a un engaño financiero institucionalizado. El pecado original de este sistema financiero es el dinero-deuda.
¿Por qué no emiten el dinero los Estados, independientemente de las entidades bancarias? Esta pregunta y su implementación le costó a J.F. Keneddy la vida y a Alemania una guerra mundial tremenda disfrazada de otra cosa.
El mundo entero está endeudado con Occidente y éste a su vez con Estados Unidos, país que por su parte debe una decena de veces todas sus riquezas y propiedades a la Alta Finanza, dueña y señora de los destinos de la Humanidad.
Anthony Santelli afirma que si alguien hubiese pedido prestado un dólar en época de Jesucristo a un interés del 6%, el monto adeudado a día de hoy sería varias veces todo el dinero existente en el mundo. Ése es el efecto demoledor del interés compuesto acumulativo, que hará de nuestros hijos meros esclavos de un gobierno mundial en manos de los gangsters encorbatados de la Alta Finanza internacional.
La usura, condenada tradicionalmente por la Iglesia Católica como pecado y considerada un crimen en su tiempo, en cualquier interés sobre un préstamo, no sólo un interés excesivo.
Mirando al pasado, Michael Jones afirma que “el capitalismo no podría existir en absoluto con la prohibición de la Iglesia (Católica) contra la usura”.(7) Pero cuando llegó la reforma protestante trajo consigo puntos de vista más permisivos sobre el dinero; la usura le siguió pronto, alegando que el interés estaba justificado y el capital empezó a acumularse en cada vez menos manos de unos pocos elegidos.
Todos los grandes santos hablaron contra la usura, porque “el único modo de hacerse con el mundo entero —y el fruto del trabajo de los hombres— es mediante el interés compuesto acumulativo”.(6)
En un contexto católico, se observa que las grandes armas de los plutócratas contra la sociedad de la mayoría han sido la contracepción y la usura. La primera con el objeto de reducir y debilitar las familias y conseguir más fácilmente el control social; mientras que la usura les asegura que el trabajo de cada cual enriquece a un puñado de protegidos que tienen además en sus manos el poder de crear dinero de la nada a costa de los demás.
El académico australiano Garrick Small afirma que “el dinero es la única cosa deseada universalmente hasta el punto de que puede sustituir a Dios en la mente de los hombres”.(8)
Las mujeres entraron significativamente en el mercado del trabajo en los 1970. Lo que parecía bueno al principio —dos ingresos por hogar— se volvió en contra cuando en 1990 los precios altos —en imparable y constante ascenso a causa del timo bancario— absorbieron la mejora aportada por el segundo sueldo. En 1970 muchos hogares tenían un solo sueldo y 5 niños; en 1990, y peor en nuestros días, la mayoría de hogares necesitan dos sueldos, trabajan más y pueden permitirse menos y tienen sólo dos, y cada vez más un solo niño, con todas las consecuencias que ello conlleva.
Otro efecto evidente es que el sector privado que sustentaba la clase media y la economía real se está viniendo abajo. Y nos encontramos en España con bancos que arruinan empresas porque no pueden prestar debido a problemas surgidos de los excesos de la Finanza y no a quienes crean riqueza —la economía real—; con gobiernos nacionales, autonómicos y municipales que despilfarran en especulación financiera y urbanística; con unas 450.000 empresas que han desaparecido en dos años; con 4’9 millones de parados; con el 40% de paro juvenil; con un 60% del PIB para pagar la deuda, y pocos se aclaran sobre lo que está pasando realmente.
Estas crisis cíclicas son utilizadas por el sistema con un doble objetivo: 1) bombear la riqueza de los pueblos —con tantos esfuerzos conseguida— a las élites internacionalistas, periódicamente, dándonos durante unos años sólo el respiro necesario para que volvamos a producir para esquilmarnos nuevamente; 2) imponer una nueva vuelta de tuerca a las naciones para que acepten sin rechistar y como algo inevitable las ideas de los mundialistas —a la George Soros(9), Ben Shalom Bernanke, Henry Kissinger y consortes— de un Gobierno Mundial en manos de unos pocos, escudados por la cortina de humo de la ONU y los mass media, lo que conlleva previamente hacer hundir el dólar y el euro y crear una nueva moneda planetaria y una entidad financiera emisora de moneda mundial.
El poder del dinero no se rendirá nunca voluntariamente y el único motivo que les llevará a desmantelar la Reserva Federal (FED) será reemplazar el Banco Central de América por un sistema similar con los mismos propietarios bajo otro nombre, con la meta de lograr una nueva moneda única para el (su) mundo.(10)
Al público se le esconde que la pretendida solución a la crisis nos es ofrecida por los mismos delincuentes internacionales que han creado los problemas financieros en primer lugar. Ésa es la cortina de humo que nuestros autores pretenden desvelar, por eso nos encontramos en prisión.
Pongamos un ejemplo práctico y claro para todos sobre los efectos devastadores que el timo bancario —el alza constante de los precios para cubrir el dinero inventado de la nada al realizar préstamos— produce en el destino de los pueblos:
No hay comentarios:
Publicar un comentario